Reconozco que el mundo del entrenamiento me fascina, disfruto en cada rueda de prensa cuando los entrenadores hablan del alto rendimiento, de la calidad del juego. En sus miradas hay otro juego interior, que sólo aquellos que lo han entrenado pueden identificarla.
Caminaba hacia la cocina a buscar un vaso de agua, justo en el momento en el que terminaba un partido de fútbol. Me dí prisa para volver al salón, impaciente por escuchar al entrenador en la rueda de prensa. Su equipo ha perdido, y él camina decidido a responder las incómodas preguntas de los periodistas. Pero este líder, más hábil que sus contrincantes, comienza a dar datos sobre el rendimiento y la actitud de su equipo. _»Han jugado muy bien, lo dieron todo y la calidad de su juego fue indiscutible. Pero el fútbol es así, y el equipo contrario claramente supo aprovechar mejor sus oportunidades de gol».
Los equipos de alto rendimiento entrenan para sacar lo mejor de sí mismos (a nivel físico, mental y emocional), entrenan también su foco en la tarea, los procesos además de los resultados. Y aunque esta afirmación parezca sencilla, para que una persona quiera sacar lo mejor de sí mismo primero tienen que «creer» que allí dentro hay potencial, es necesario que su autoconcepto sea saludable.
En la empresa ocurre algo similar al deporte. Si el líder y su equipo dirigen su foco hacia el rendimiento y la actitud, puede que no alcancen todas las metas propuestas, sin embargo en cada nueva etapa habrán salido reforzados de sus experiencias y tendrán la fuerza para corregir pequeños desvíos que les ayude a ser más eficientes. Y sobre todo, aprenden que cada nueva situación será una oportunidad para seguir innovando y generando nuevas estrategias.
Sin embargo, el alto rendimiento sigue siendo un tópico soñado, incluso hablar de «equipo» a veces lo es. Y esto produce resultados negativos en las cuentas de resultados y en el clima laboral. ¿Es realmente tan difícil crear un equipo consolidado y de alto rendimiento? La verdad es que no lo es, si se desarrollan las habilidades necesarias y se cuenta con los recursos necesarios para acompañar al equipo en su desarrollo.
Algunos de los errores más comunes en la empresa a la hora de liderar equipos de alto rendimiento son:
1- No tener un plan estratégico a corto/ medio plazo que involucre al equipo.
Un equipo necesita una dirección hacia donde encauzar su atención y su motivación. A menudo se plantean sólo objetivos de resultados y las personas en vez de recibirlos con enfoque, los aceptan con mucha tensión y estrés. Tener sólo objetivos de resultados, puede provocar el efecto contrario a la motivación, contar con un plan estratégico orienta la voluntad de las personas.
2- Tener el foco puesto en los resultados y no en el proceso y la tarea.
Esta forma de trabajar puede generar división en el equipo. Aumenta la competitividad interna y los roces personales. Además, demasiado foco en los resultados (en algunos tipos de personalidad) podría provocar frustración y bloqueo en el desarrollo creativo de su potencial.
3- El líder y su equipo tienen pocas habilidades para manejar una comunicación enriquecida.
Después de una jornada de Motivación de equipos, solicité a cada participante en su práctica final, que eligiera un tema, y elaborara un mensaje motivador para su equipo. Sus compañeros de curso harían de receptores conectando a nivel físico, mental y emocional con el mensaje recibido. Las respuestas que devolvieron sus compañeros fueron: «Esto que ha dicho, no produce motivación en mi», «No me produce nada a nivel emocional», «Produce un efecto contrario a la motivación».
Es importante tomar conciencia como líderes que hablar no es lo mismo que comunicar. Que un líder se relaciona en un 80% de las veces a través de la comunicación con su equipo, y que esa comunicación produce efectos a nivel mental, emocional y físico, seamos conscientes de ello o no.
4- Ausencia de confianza.
La confianza es un recurso superior del ser humano. Cuando una persona está conectada consigo misma, conoce su talento y su sombra aprende a confiar. Los equipos tienen un ritmo de consolidación que no siempre coincide con las expectativas de su líder, hay que aprender de la sabiduría de un equipo para autorregularse y desarrollarse. Hay que aprender a confiar en las personas, incluso cuando su forma de actuar aún es reactiva.
Cuando un líder aprende a conocer los procesos de desarrollo de las personas, y de cada situación incorpora una nueva mirada compasiva. Que acompaña en vez de empujar, que aporta en vez de exigir y sobre todo que le permite convertirse en un inspirador de nuevos Líderes. El gran reto de cada líder de equipo, es acompañar a las personas a descubrir lo mejor de sí mismos y ponerlo al servicio de los planes estratégicos.
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