Juan es un director de ventas entusiasta y comprometido con sus objetivos y los de su equipo. Desde hace un tiempo sus compañeros lo ven «quemado e irritable», y el departamento de RRHH concierta una reunión donde Juan manifiesta «no sentirse valorado»
-«Soy el único en esta empresa que se queda dos horas más la mayoría de los días, mantengo mi teléfono operativo durante el fin de semana, atiendo clientes, cierro operaciones y aquí parece que nadie valora eso. No se valora mi esfuerzo y compromiso».
Fue una gran sorpresa para Juan escuchar las palabras de la responsable de RRHH:
-«Juan, lamento escuchar eso. Y sobre todo que haya tenido que llegar esta situación para que actuemos. Nuestro objetivo es que tengáis vida personal al salir los viernes de aquí, nuestra política de empresa no contempla como saludable esas acciones, precisamente porque no queremos personas quemadas en nuestra plantilla. Creo que tendremos que aclarar varios aspectos, y volver a definir cuál es tu compromiso con esta organización.
Anna es la tercera de cinco hermanas, su padre enviudó hace siete años y desde entonces cada día acude a su casa a hacerle compañía y ayudarle con la ropa y la comida. Un día, en el 87 aniversario de su padre, Anna estalló en cólera, acusando a sus hermanos de injustos, por no valorar ni agradecerle su sacrificio de tantos años.
Esto no sólo cambió el rumbo de la celebración, también dañó seriamente la relación con su padre, quien le dijo muy defraudado:
– Pensé que venías porque querías pasar tiempo conmigo, porque te apetecía. Si hubiera sabido que era un sacrificio para ti, no lo hubiera permitido.
Estos son dos de los ejemplos que se producen a diario de la denominada «factura emocional». La persona que emite esta factura, en apariencia es muy servicial y disfruta haciendo esta labor (probablemente en un principio fue así), pero su búsqueda de reconocimiento inconsciente irá encontrando pruebas de que la otra parte implicada no está valorando todo lo que hace por ella, haciendo cada vez más y más para obtener ese reconocimiento.
Como vemos en ambos casos, las partes implicadas no tienen ni idea de estas intenciones, y mucho menos del sacrificio. La mayoría de las veces cuando queda descubierto esto para ambos, ya se ha deteriorado bastante la relación.
¿Qué hacer?
Si eres de las personas que das más de lo que recibes, y no te sientes lo suficientemente valorada. Quizás debas observar si estás emitiendo una factura emocional y tomar cartas en el asunto. Empieza a observar si realmente te apetece hacer lo que haces, o si te lo han pedido. Pregúntate qué esperas a cambio, para qué lo haces. Probablemente las personas con las que te relacionas no tengan ni idea de tu necesidad, incluso no necesiten aquello que tu quieres aportar. Actuar desde esa búsqueda de reconocimiento, implica un desgaste físico y emocional muy alto.
Si trabajas o compartes algún lazo con una persona que emite esta factura emocional (recuerda que casi siempre responde a un acto inconsciente), aclara que es exactamente lo que esperas de ella y lo que estas dispuesto a dar a cambio, la asertividad es una de las mejores herramientas para que estas acciones queden al descubierto por ambas partes, favoreciendo relaciones sanas, abiertas y maduras.
Si te gustó este artículo compártelo!
Si quieres profundizar más en este tema a nivel profesional apúntate en nuestro programa de Liderazgo y Coaching profesional «Construye un sueño, diseña tu futuro»