Me encuentro con Juan, hace más de seis meses que no nos vemos y la última vez estaba destrozado. Le costaba asumir un divorcio no elegido y muy doloroso, y una situación económica que nada tenía que ver con los exitosos años 2000, se le veía desorientado.
Hoy lo vi distinto, es difícil explicarlo, se le veía fuerte, vivo, pero hablo de esa fuerza que te dan los contratiempos de la vida, las pérdidas, las crisis. Le vi centrado, con nuevos planes, claro… aquellos que él tenía hace dos años se desvanecieron como un castillo de naipes.
«Sólo me quedaron dos caminos»- me dijo- «Quedarme lamentando por lo que se me esfumaba de las manos, o juntar las cartas que la vida me daba y volver a jugar mi partida»
-Te veo motivado. Le dije
El sonriendo respondió- «Esta es otra motivación, Silvia. Es de las que te enseñan de verdad lo que es la vida»
- Aprendí que motivarse, cada día, tiene que ver más con la humildad, que con engrandecer el ego.
- Aprendí a tener paciencia, pero no usarla para justificar el miedo.
- Hoy se que a lo largo de mi vida lograré objetivos, que otros probablemente no se cumplan tal y como los había diseñado. Y que muchas veces la vida me cambiará los planes.
- Se que si una puerta se cierra, seguiré tocando otras, porque siempre hay una que se abre.
- Hoy se que se trata más de una actitud, que de euforia.
Es necesario actualizar nuestros recursos y procesos de motivación, adaptarlos a esta era de incertidumbre, a nuestra etapa vital, y por supuesto «dirigir de forma consciente» nuestra motivación para diseñar nuestros proyectos, nuestros sueños.
Teniendo en cuenta que el verdadero milagro es en quién nos convertimos al desafiar nuestras creencias,miedos y obstáculos, más allá de la meta conseguida.